La
caída del comunismo y el contexto de seguridad de la posguerra fría propició la
reflexión sobre la adaptación de las organizaciones de inteligencia a la
realidad de un mundo cada vez más complejo, interconectado e interdependiente,
donde la principal amenaza sobre la que se había articulado todo un paradigma
de inteligencia ha desaparecido. Es en este contexto cuando la creación de
reservas de inteligencia aparece en diversos informes producidos en la década
de los años noventa por comisiones gubernamentales y grupos de trabajo de
expertos como un elemento necesario para el futuro de la Inteligencia (Arcos,
2009: 446).
En
el 1995, el informe del grupo de trabajo sobre el futuro de la inteligencia del
Council on Foreign Relations de Estados Unidos proponía la creación de una
reserva de inteligencia formada por académicos, antiguos profesionales,
expertos y especialistas con la misión de dar cobertura a los problemas de la
agenda de seguridad. En el apartado del informe dedicado a la mejora de las
capacidades analíticas se planteaba la necesidad de una mayor apertura, siendo
un imperativo la incorporación de expertos provenientes del mundo académico y
de la empresa (Véase: Council on Foreign Relations, 1996).
En
términos similares se manifestaba el informe “In from the Cold” de la Task
Force del Twentieth Century Fund que instaba al National Intelligence Council
(NIC) u otro organismo competente a liderar encuentros e interacciones entre
los analistas de la Comunidad de Inteligencia y expertos procedentes de
universidades, think tanks, mundo empresarial y organizaciones no
gubernamentales (Véase: Twentieth
Century Fund, 1996: 6-9).
Del
mismo modo, el informe de la Comisión Aspin-Brown sobre las funciones y
capacidades de la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos (CRCUSIC 1996: 87-88) planteaba las siguientes líneas de
acción:
- Promoción
más frecuente de conferencias abiertas sobre cuestiones internacionales por
parte de las agencias de inteligencia.
- Recurso
regular a asesores especialistas externos.
- Establecimiento
de un proceso sistemático de revisión por pares por especialistas externos para
las principales estimaciones y assessments.
- Externalización
de investigación sobre problemas analíticos en cuestiones no reservadas o
subcontratación para el mantenimiento de bases de datos de referencia.
- Consulta
sistemática a expertos por parte de los analistas sobre temas particulares
minimizando los obstáculos burocráticos.
- Institución
de requerimientos de seguridad para los outsiders
menos intrusivos.
La
reflexión de fondo subyacente en estas recomendaciones consiste en reconocer
que en la era de la información una parte importante de la información
relevante para el proceso de toma de decisiones de interés puede extraerse
explotando adecuadamente las fuentes abiertas y de comprender que el
conocimiento especializado en muchas de las cuestiones de interés reside en la
periferia de la Comunidad de Inteligencia ―universidades, think tanks, centros
de documentación, etc.― debiendo establecerse procedimientos que permitan la
explotación de estos recursos (Ibíd.: 91).
Pero,
será en el trabajo del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes,
“IC21: Intelligence Community in the 21st Century”, (IC21, 1996) donde
encontraremos la contribución más firme y decidida para la creación de un programa
de reserva de inteligencia civil para toda la Comunidad de Inteligencia. Los
participantes en dicho programa proporcionarían alertas e información sobre las
tendencias en curso e incrementarían los activos disponibles para darles respuesta.
A favor
|
En
contra
|
Permite
optimizar la relación coste /eficacia en los desarrollos de programas y
favorece las tareas de planeamiento y coordinación institucional
|
Esfuerzos muy costosos de
contrainteligencia para garantizar seguridad de la documentación tratada y la
conducta del personal externo
|
Afrontar
crisis imprevistas y áreas de prioridad baja
|
La coordinación supone caer en
dinámicas centralizadoras que restan capacidad de reacción en situaciones de
riesgo
|
Mejorar
la eficacia de la inteligencia mediante la introducción del factor de
competitividad
|
|
La
plasmación de las conclusiones y recomendaciones de estos cuatro trabajos se
manifiesta en el informe sobre la Intelligence Authorization Act para el año
fiscal 1998 del HPSCI que señalaba la asignación de fondos para el
establecimiento de un programa piloto de reserva de inteligencia civil (HPSCI,
1998: 16). A mediados de 1999 diversos organismos como la CIA o el NIC
contarían con programas de reserva de inteligencia junto con servicios de
consultores externos (Quinn: 2000: 161).
Desde
las primeras recomendaciones en Estados Unidos sobre la necesidad de incorporar
expertos externos al proceso de inteligencia, esta práctica se ha convertido en
una doctrina institucional incorporada a la Estrategia Nacional de Inteligencia
(Véase NIS, 2009: 8). Esto incluye a expertos de otras administraciones
públicas, empresas, universidades, think tanks, centros de investigación, etc.,
cuya aportación no sólo amplía la base de conocimiento; sino que también
enriquece el análisis con perspectivas diversas contribuyendo a atenuar sesgos
analíticos y prejuicios culturales en los productos de inteligencia (Arcos,
2012: 454).
Estados
Unidos es el país donde más se han desarrollado las políticas de incorporación
de expertos externos al ciclo de producción inteligencia (Ibíd.: 454). Esto, en
gran medida, se debe a las singularidades del sistema político norte-americano
(Véase Weiss, 1992), a los retos gubernamentales que se derivan como
consecuencia de ser potencia mundial y a la extensa red de organizaciones
productoras de ideas ―los llamados think tanks― que alberga. Esta última
característica representa un fenómeno político esencial de los Estados Unidos que
ha evolucionado en paralelo a la consolidación del país como potencia mundial
(Véase Ricci, 1993). Los think tanks han participado activamente en la
producción de análisis y prospectiva referente al ámbito competencial de la
inteligencia (Véase por ejemplo Abelson, 1996; Rich, 2005;
Gyngell, 2008; Wiarda, 2008; Morillas, 2013; Montobbio, 2013; Gunaratna, 2013).
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